La pureza tras el desapego.

Llegar a ser quien eres.

“Cuánto más pobre e impura siente el hombre su vida interior, más necesidad tiene, por compensación, de adornarla con colores ideales.” Lo dañino de llevarlo todo a idolatría e ideología.

Nada que sea valioso es evidente. Requiere atravesar ese vértigo. Esa caída en lo desconocido. En el misterio. Ese es el mérito del ser humano: conquistar su esencia, su libertad, sin tener la certeza de saber lo que eso significa.

De ahí que no sea relevante que yo les hable acerca de lo que pienso sobre la existencia de Dios. Mi atención no está en si existe o no. Yo me asomo a la fe por lo que esta ha supuesto para mí.

Siempre he intentado comprenderlo todo. Sin aceptar que, lo que más me interesaba (El Amor), no tenía explicación. Querer entender y opinar acerca de lo que no sabemos es una forma muy burda de mostrar lo aterrados que estamos.

¿Lo amas a él o al deseo que le has puesto encima? ¿Estás convencida de que amas a esa persona? ¿Conoces lo que hay detrás de sus palabras? ¿Te interesa conocerla y comprenderla? ¿O realmente buscas que pueda satisfacer tu deseo?

¿Por qué vinculo el Amor y la Fe? Porque nos pasamos la vida buscando respuestas sin prestar atención a las preguntas. Porque, finalmente, elijo creer en lugar de esperar a obtener garantías. Nunca las hay.

Inconsciente (o conscientemente, en algunos casos) ponemos a prueba al otro. Para ver si encaja en nuestra expectativa. Eso no es Amor. Es mercadeo desleal. (Y digo desleal porque ni siquiera están las cartas encima de la mesa).

Yo no te elijo porque me vengas bien. Porque me cuadres. Porque saque algún beneficio al hacerlo. Yo te elijo porque, sin saber el motivo, eres importante para mí. “Quiero que seas” (bendito libro estoy leyendo). Y que yo pueda mirarte ser. Porque celebro que existas. Porque me siento dichosa al amarte. A pesar de todo. Incluyendo todo.

El Amor no es comercio. Por mucho que sea voluntario y libre. Es la comunión de dos existencias. Que no están ahí para ser intervenidas por la otra parte. Están abiertas para desvelar un sentido compartido.

Si te cabrea, es que no estás amando. Estás esperando o exigiendo. Poniendo un examen. ¿Y sabes lo que te inquieta? Que sabes que esa prueba está diseñada para que nadie pueda pasarla.

Deja de contarte que estás o estuviste enamorada. Y mira de frente, de verdad, qué estaba sucediendo. Acepta que igual eras tú la que no estaba disponible. Que puede ser que la que quería algo distinto eras tú. Y que lo que te molesta es que el otro tuviese el valor, y la coherencia, de marcharse.

Nadie quiere estar cerca de alguien que no está siendo. Nadie puede aceptar lo previamente rechazado y escondido.

Mi alianza entre Amor y Fe se dio cuando Dios te mandó a ti para que yo, por fin, me acercara a mí. Me aceptara.

Volví a la vida el día que sentí que, ese Amor que tú despertaste en mí, era eterno. Era un acto de voluntad. Voluntad de entrega. Y que jamás antes fui tan libre como a partir de ese instante. No me aferraba a nada. Ni siquiera a ti.

“¿Cómo puedo amar algo que no conozco? ¿Y cómo puedo conocer algo que no amo?”

Eras la pregunta, no la respuesta.

Anterior
Anterior

"Cuando las cosas llegan a los centros...

Siguiente
Siguiente

Defenderé la Alegría.