La mer est la mère.

Para salir del delirio de la matrix, hay que ir a la matriz.

La renuncia no lleva a la inacción.

Ahora comienzo a hacerme entender cuando les hablo de renuncia o de rendición. No me refiero a dejar de emplearme. Ni de dejar de ir a por lo que amo.

Acepto que sucederá lo que tenga que suceder.

Es más, no solo no me refiero a tirar la toalla, es que ya no concibo mi vida sin defender aquello en lo que creo, aquello que es valioso para mí. Eso es hacer mi parte. Nadie puede hacerla por ti. Y es tu deber no escaquearte.

Rendirme no significa que me haya resignado. Al revés. Mi fe se exacerbó el día que entendí que había algo más grande que yo por lo que debía luchar.

Un poco de contexto de nuevo… Siempre imaginé que yo tendría (lo cual dista ya de “construir”) una pareja para toda la vida y que sería madre. Con 27, pensaba.

Soñaba con la familia que no tuve y que, según mi criterio de ese momento, me hubiese gustado tener.

Hace unos años inicié un camino (el mío, por fin), en el que todavía me encuentro, que me ha dado más de lo que jamás imaginé. La realidad siempre supera a la ficción.

Cuando me fui huyendo de Madrid, no era consciente de que me iba a construir una vida. Un hogar. Una familia. Aún hoy me sorprendo y emociono. Si vas tras ello con consistencia, puedes hacer de tus ruinas tu palacio.

He ayudado a otras familias y a la mía propia. He dejado de esperar que caiga del cielo lo que yo misma puedo hacer que suceda. Al hacerlo, le muestras al de al lado que él también puede hacerlo. Me entregué haciendo aquello que amo.

No obstante, seguía en mí el anhelo de compartir mi vida con otra persona. Sin darme cuenta de que yo no me abría a la posibilidad de hacer equipo. Como os comentaba en el anterior escrito, acepté vivir el Amor a través de otras personas. No permitiendo así que me atravesara. Que me elevara.

Cuando lo conocí a él yo estaba rota pero no lo sabía. Me anestesiaba, creyendo que “cuidar” fuera me serviría para no mirar de frente mi dolor. Puras excusas.

¿Por qué ese encuentro fue un antes y un después?

Porque al amarle, algo en ambos se sanó. Se liberó. Nos reconocimos mutuamente. Amar es reconocer que existes. Aceptar la posibilidad de ser mirado (y mirar) con Amor.

Me atrevería a decir que ninguno de los dos sentíamos que fuésemos capaces de amar ni merecedores de Amor.

De ahí que esa mirada nos transformase.

Con esa irrupción, mi vida se convirtió en un campo de cultivo. Ya saben de qué.

Fui consciente de que lo que lo convierte en mágico es su inevitabilidad. Y que aquello me acercaba como nunca nada antes a mi cruzada: la Libertad.

Actualmente hay mucha confusión acerca de lo que es la Libertad. Yo a día de hoy sé que la Libertad es estar comprometida con el Amor.

Amarte me acerca a mí y a Dios. A lo que soy y siempre seré. Una persona. Una mujer. Una madre.

Amar es no negar que quiero que existas.

Me asustaba entregar mi vida a ser testigo de la existencia de otra persona.

Porque sí, señores, amar a una persona entraña una entrega absoluta. No se puede construir un tercero (ya sea este el vínculo o un hijo) estando a medias.

Desde que nací, materné. A mí, la primera. Y a todas las personas que amo. Descubriendo en el camino que, para defender la vida y la libertad, tenía que honrar a la madre. A la que siempre me ha habitado.

Una familia (y si quieren, una sociedad) siempre estará rota sin la madre. Partiendo de la base de que no podría existir tal vida ni tal familia.

Acepten que, lo materialicen o no, en cada uno de ustedes hay una madre y un padre.

Puedo ser tu esposa y amante, y a su vez cuidarte con la ternura e incondicionalidad de una madre. Todo ello contribuyendo a la autonomía de tu ser.

No eres mío. Ni siquiera un hijo lo es. Viene de ti. Harás por cuidarlo. Incluso de ti. Para defender su libertad.

A una pareja es a la única persona en el mundo a la que eliges entregarte voluntariamente. Y de ahí puede nacer una vida. Déjense de creerse los cuentos que escuchen en la televisión…

He soltado (con desgarro) la ansiedad de estar en pareja. Y la idea de que tengo que ser madre (literalmente) para que mi vida tenga un sentido. No me corresponde a mí decidir eso. Lo entrego. A eso que es más grande que yo.

Lo que sí me corresponde y lo que sí he decidido y hecho, es ser la persona que quiero ser. La mujer. La madre. Apareció con más fuerza cuando te comencé a amar.

Solo el Amor puede impulsar y enfocar a una persona para que sea lo que debe ser.

Sé que puedo tener una relación de pareja. Donde tú seas y yo sea. Donde nos elijamos para formar equipo.

Para que avance en el tiempo, dependerá de que esa persona y yo mantengamos el pacto. El compromiso. La entrega. Que seamos familia.

Desde que se ordenó el Amor en mí, mi corazón permanece abierto. Y sé que es algo imparable e inevitable.

Si tú decides apartarte o acercarte, asume tu decisión y sus consecuencias. Mi corazón ya elige a diario.

Confío en que sucederá lo que tenga que suceder. Y que yo sabré hacer de cada momento y acontecimiento, hogar. Es mi naturaleza.

Lo único que te digo, sí, a ti… es que no me estás cuidando apartándote. O apartándome. Lo sé porque yo también lo hice contigo. Y solo conseguí dañarme. Y posiblemente dañarte a ti.

Lo que llena el Vacío es el Amor. Nunca la protección. Nunca la tacañería.

Ya me lo dijiste un día: “Todos buscamos rendirnos en el otro.” Y así es.

No me sigas “salvando” de ti. No estoy en peligro. Ni tú estás roto.

No podíamos salvarnos. Eso solo lo puede hacer cada uno, asumiendo que puede reparar y construir. Que es su responsabilidad hacerlo.

Lo más valioso que podemos hacer por otra persona es amarla.

Esta semana hay doble entrega porque “El Poder del Amor” se pausa temporalmente. Hasta después de verano, probablemente. Ahora pongo el foco en terminar “Soldado del Amor”.

Esta primera foto la he tomado hoy: Mi íntima amiga con su hijo, en Túnez. Se han mudado aquí con su marido y padre. Ellos hacen hogar allá donde van.

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"Cuando las cosas llegan a los centros...