Me rindo ante mí.
Voy con lo que hay.
Vamos por la vida como si hubiese una forma concreta y determinada de proceder. Y como si le debiésemos algo a alguien.
Y no, señores, no nos debemos nada. Una cosa es deber algo. Y otra poner al servicio de. Son cositas sutiles que marcan la diferencia.
Pareciera que si tienes un mal día o no estás con el humor/temperamento habituales, no pudieses o debieses relacionarte. Así quién me va a querer. No creo que nadie me aguante de esta forma. No voy a mostrar esta parte de mí no vaya a ser que no guste o moleste…
No estamos aquí en el mundo para gustarle a todo el mundo, ni todo el tiempo. No existimos para agradar. Al menos de forma imperativa. A voluntad lo que tú quieras…
¿Saben cuándo más solos nos sentimos? A Soledad Vacío me refiero. Cuando nos abandonamos. Cuando no hay nadie al timón. Cuando ni tú mismo te aceptas y respetas.
El ser humano no es lineal. Ni tiene una única faceta. Somos una infinidad de ellas. Y querer ser una única cosa nos fracciona. Nos disocia. Y nos congela.
Puedo comprender, y comprendo, que si han escuchado durante años que son de determinada manera y que lo han percibido como algo defectuoso, tengan vergüenza a encarnarlo. Pueden pulirlo. Pueden modificarlo y moldearlo. A voluntad. Siempre la voluntad.
Lo que no pueden hacer es fingir que lo que es, no es. O viceversa. No solo no están siendo auténticos, si no que es un abuso. A su persona. Y, en cierto modo, también al que pretenden engañar haciéndole creer que eso no forma parte de ustedes.
El mayor acto de generosidad y, por ende, de Amor es ir con lo que hay. Esta soy yo. No todo el día estoy igual. Pero para qué voy a fingir. A forzar. A reprimir. Quiero ser real. Y que tú puedas conocerme con todo.
No hay nada malo en ti. No hay nada malo en mí. No te debo nada. No me debes nada. Y lo que acontezca, que sea de Verdad.
Yo sentí que había conquistado algo muy gordo el día en el que empecé a relacionarme los días en los que yo no querría que me vieran. Porque estaba triste. Enfadada. Contemplativa. Antisocial. Cansada. Aburrida. Insoportable. Como fuera pero, a mi entender de entonces, poco apetecible de tratar.
Fíjense. Si no estaba alegre (y poco más), no era apetecible estar conmigo. Mejor ahorrarle ese mal trago a quien fuese.
Como si el otro me hubiese exigido estar de una determinada manera. O como si las relaciones libres fuesen de eso… De exigencias.
Hace tiempo entendí que solo yo me hago sufrir. Que el otro no tiene (ya) ese poder. Que cuando me siento insegura o desconfiada suele ser porque me he abandonado. Eso se soluciona con Consciencia. Con paciencia. Y como siempre, y como todo, con Amor.
No nos debemos nada. Elijamos a quien le abrimos la puerta de este apasionante universo. Es autenticidad lo que vamos buscando como agua de mayo.
Rendirme. Ante mí. Gracias por habernos construido un hogar.