La ilusión ahoga la libertad.

La Verdad y el Dolor.

La conciencia da libertad. Nada que esté oculto o adornado puede ser real. Para que lo sea, debe ser mirado.

Yo pasé de la repulsa a la idolatría. Y así, sucesivamente, alternando una y otra. No me gustaba lo que conocía e idealizaba lo que, según creía, debía ser.

La movida es que así es imposible darse. Estás fuera de la realidad. No hay dicha. Tampoco dolor.

LA NADA. El vacío.

Es complejo sentir y saber hacia dónde quieres ir si no eres capaz de mirar de frente lo que está sucediendo. Si no quieres atravesar la realidad.

Siempre fui más rápido de lo que sentía. Siempre pensé que había mucha intensidad en lo que vivía. Y esa intensidad la ponía yo ahí. A voluntad. No era auténtica.

¿Qué termina sucediendo? Que pretendes llenar un vacío con más vacío. Que estás forzando.

Un día me dijeron: “No puede haber compromiso desde la cabeza. Tiene que ser de corazón”. Recuerden que estamos hablando de Amor. No de emplearse en una actividad. Así es, señores. No podemos hacer que algo que no es, sea. Igual que tampoco podremos fingir que no está sucediendo lo que está sucediendo.

Me abrumaba mi sensibilidad. Y por esa razón, la castré. La escondí. Y la disfracé, como hacemos cada vez que torpemente queremos tapar algo.

Hubo un tiempo en el que creí que podría vivir esa plenitud sin pasar por el camino de la cruz. Sin desgarrarme el dolor. Pasar de puntillas, vaya. Sin ser yo nada de eso. Pero me aterraba sentir un ápice del sufrimiento que había sentido en la niñez.

Por miedo al dolor, nos hacemos daño. Nada que esté íntimamente vinculado con la Verdad puede dolernos eternamente. Al contrario, nos salva. Nos libera.

Es al evitar mirar y al edulcorar la realidad cuando nos hacemos la zancadilla. Nos vemos en historias y en vínculos que no queremos. Solo por no admitir lo que en realidad sucede. Lo que realmente somos.

Buscamos con la idealización compensar algo que sentimos incompleto en nosotros.

Aquello que proyectamos en ese completo desconocido, al que estamos faltando al respeto al idealizarlo, es aquello que debemos desarrollar en nosotros mismos. Y aceptar aquello que no podemos cambiar. Y cuando es inaceptable, tener la decencia de marcharnos y de dejar ir.

No somos nadie para juzgar lo que está aconteciendo. Somos alguien para decidir qué queremos hacer con esa realidad.

“No busquéis y encontraréis.”

No hemos venido a tomar. Hemos venido aquí a entregar.

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